El mundo que habito

Vivimos y nos movemos por la vida, pero habitamos un espacio interno que le pone su propio color a las experiencias que tenemos. ¿Cómo es ser tú?

Lic. Noelia Dalbert

9/16/20231 min read

Nuestra rutina diaria y el modo en que nos relacionamos son un reflejo de la casa interna que habitamos. Damos forma a nuestra vida, apoyados sobre la base de nuestras creencias inconscientes, las que, al igual que los cimientos no visibles de una casa, determinan su forma y su estado de "salud". Esa es nuestra estructura psíquica , y está formada por nuestras creencias inconscientes acerca de "quién soy", "qué lugar ocupo en mi familia/en el mundo", "cómo son las personas", "cómo es el mundo". Esta estructura es necesaria y es lo que hace de cada uno de nosotros una persona radicalmente única e irrepetible y, por eso, preciosa. No obstante, algunas partes de nuestra estructura pueden llevarnos a sentir, en determinado momento o situación que, en lugar de una casa, estoy habitando una prisión. Esto puede manifestarse de diversas maneras, desde el sentirse vacío aunque "no me falta nada", a la experiencia de angustia, miedo, enojo, frustración, claustrofobia, o bien, a verse en situaciones que se repiten una y otra vez, sin lograr evitarlo.

No hay nada malo o bueno en esto, no cabe aquí ningún juicio de valor. Sí, considero importante comprender que la salud psíquica, al igual que la física, puede pasar por altibajos y debe ser atendida. Cada uno de nosotros, con nuestra preciosa estructura, enfrentamos cambios y desafíos. Estos a veces se manifiestan bajo la forma de grandes catástrofes; otras veces, cuesta tener registro de los cambios, porque nuestro entorno los invisibiliza, aunque en nuestro ser mas profundo percibimos que "algo falta aunque no sé qué". Estamos expuestos a los embates de la realidad y estos pueden dañar partes que estaban sanas, o bien, reabrir heridas que estaban allí, aunque no las notáramos.

Te invito con este pequeño texto, a reflexionar sobre el mundo (interno) que estás habitando.

¿Cómo te estás relacionando? ¿Qué cosas te enojan? ¿Cuánto logras validar tus enojos, frustraciones, tristezas, alegrías, triunfos? ¿Qué tanto te criticas? ¿Logras distinguir cuando algo es tu responsabilidad y cuando no lo es? ¿Te criticas y castigas por cosas que no están bajo tu responsabilidad? ¿Consideras que eres excesivamente severo o autoexigente contigo mismo?

La experiencia del dolor, aunque sea desagradable, nos abre las puertas al crecimiento y a la evolución personal, si nos permitimos transitarla y dejar que nos transforme.

Lic. Noelia Dalbert